La muerte tocó a su puerta
una mañana de domingo.
La recibió sin rencores,
sin urgencias,
como un niño
a su madre
cuando el hambre acecha.
Su dolor fue breve:
la memoria todo lo abarcaba.
La imagino agradecida,
triste y feliz,
observándome sonriente
y protegiéndome
desde un vago y luminoso
porvenir.
martes, 15 de noviembre de 2011
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